100 años de Xenakis: 5 obras para entender su música

Cuando hablamos de música contemporánea del siglo XX no podemos dejar pasar hechos sociales que incubaron y dieron forma a este género: las guerras mundiales. Y como si se tratase de una película, situada en esta época, encontramos a Iannis Xenakis (1922-2001), compositor e ingeniero civil. En esta nota recorreremos 5 obras principales de su corpus para recordarlo a 100 años de su nacimiento.

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Iannis Xenakis

Imagínense a un griego, estudiante de ingeniería en sus 20 años, luchando por la liberación del pueblo griego (en plena segunda guerra), miembro de la resistencia comunista. La explosión de un disparo por parte de un tanque le causa heridas graves y hasta la pérdida permanente de la vista en su ojo izquierdo. Además es sentenciado a muerte cuando se exilia en París, la cual es reducida posteriormente a prisión y finalmente es revocada en 1974.

Su dedicación por el fenómeno de los átomos y las construcciones complejas lo llevaron a estudiar arquitectura (fue estudiante de Le Corbusier) y posteriormente a plasmar dichas complejidades en la composición. Una estética, hasta este momento, nunca vista de forma tan pragmática, ya que otros compositores han intentado hacerlo pero solo desde la metáfora. Aquí presentaremos 5 ejemplos para entender la obra de Xenakis y su pasión por la música y las estructuras.

1 – Metastasis (1954)

La mejor obra para comenzar a entender la estética de Xenakis es Metastasis, compuesta en 1954. En esta obra podemos encontrar una sonoridad sin precedentes, sin referencia directa a alguna forma o encuadre musical previo a los cuales estamos acostumbrados. No escucharemos vestigios de formas, estructuras o lenguajes familiares. Incluso los compositores inscriptos en el serialismo de la década del 50 suenan convencionales comparados con la obra de Xenakis en este período.

El estreno de Metastasis en 1955 fue polémico y escandaloso, para los términos de la música de posguerra, debido a la escucha «ajena» que tuvieron los allí presentes: Xenakis tiene una sonoridad extraterrestre (¿Qué diría Stockhausen? Lo podemos averiguar en este artículo). Es lo que podemos escuchar en esta obra: una sonoridad que hoy podemos asociar al cine de terror y al mismo tiempo con una sonoridad «electrónica». Se recomienda pensar en una escucha asociada a las raíces primitivas del mundo de la naturaleza, la física, las estrellas, las moléculas y, por qué no, los principios matemáticos que eran tan característicos en su grafía.

2 – Synaphaï (1969)

La convergencia multidisciplinar que existe en Xenakis le permitió abarcar diversas actividades como diseñador sonoro. A diferencia de lo que hoy en día podríamos llamar «diseño sonoro» en ámbitos como el cine o los videojuegos, Xenakis desarrollaba su profesión como ingeniero (y arquitecto) sonoro de proyectos muy relevantes, como: pabellón Phillips 1958 en Bruselas en el cual, junto a Edgard Varèse, compusieron música representativa de las parábolas, líneas y curvas futuristas. Las matemáticas detrás de la construcción y sus formas tienen una correlación directa con el uso que aplica Xenakis a los instrumentos en sus obras. Un caso ejemplar de esta mecánica es Synaphaï de 1969 para piano y orquesta.

Si intentamos traducir conceptualmente el plano arquitectónico de la música de Xenakis a una partitura, nos daría un desglose de la parte de piano de Synaphaï, ya que a cada dedo le dedica un pentagrama, es decir utiliza diez pentagramas. Esto es una práctica común en otras obras como Mikka «S» de 1974 para violín solo en donde divide las dobles cuerdas de dicho instrumento en dos pentragramas.

Synaphaï presenta una sonoridad de complejidad alucinante en el piano a pesar de los diez pentagramas. Asimismo la orquesta tiene una función envolvente al rededor del solista y genera una profundidad natural como si se tratara de bandadas de pájaros, un puntillismo en movimiento. Musicalmente se aprecian ritmos continuos y una textura sonora agresiva. Este paisaje que nos presenta Xenakis se puede asemejar a las observaciones de una naturaleza cambiante y en movimiento, como por ejemplo: el derrumbe de un glaciar o la migración de una manada.

3 – Terretektorh (1966)

Si de espacialidad disruptiva se trata, Xenakis es el candidato perfecto. La sonoridad de sus composiciones no solo se centra en una observación lejana de la naturaleza, también se trata de vivirla en primera persona. La expresividad de Terretektorh es convencionalmente emocional pero también extática y catártica. La forma de lograr esta sensación la lleva adelante insertando a los músicos en el público y haciéndoles vivir, a estos últimos, la experiencia sonora desde un ángulo sonoro nuevo.

La guerra le ha dejado a Xenakis el deseo de crear una experiencia sonora nueva: las sirenas, las explosiones y el horror de las calles como un espectáculo a gran escala. Pero a diferencia de otros compositores como Lígeti, Xenakis logra depurar su música y escapar de la oscuridad constante. Entonces es importante reconocer en Terretektorh una representación de un escenario, una metáfora de la experiencia personal del compositor, que esta vez nos la hace sentir en primera persona.

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4 – Mycènes Alpha (1978)

Antes del boom de las computadoras, la tecnología analógica era la que dominaba en el campo de la música contemporánea. Hasta que Xenakis presentó la UPIC (Unité Polyagogique Informatique CEMAMu) un dispositivo gráfico conectado a una computadora que traducía gráficos en vectores y estos eran interpretados por la computadora a través de sintetizadores. El eje X era para el tiempo y el eje Y para la altura. Si bien ya había habido otras innovaciones previas (como por ejemplo el conversor gráfico-analógico creado por Fernando Von Reichenbach) la UPIC se popularizó rápidamente y refleja, desde otro ángulo, la estética de la música de Xenakis, ya que sus ideas artísticas se amoldan perfectamente a la mecánica de dicho aparato. Para conocer más sobre la UPIC, recomiendo leer este artículo [Inglés]

La composición más reconocida de este período es Mycènes Alpha de 1978 y su sonoridad rústica nos transporta a un yacimiento antiguo: Micenas. Sus estructuras se hacen presente conjuntamente al movimiento de esa sociedad que ya no existe hace siglos. Los cálculos matemáticos no podrían establecer esta comunicación y es por eso que Xenakis usa una batería de disciplinas para evocar a los fantasmas de Micenas: el dibujo, la matemática y la música. Se propone pensar a la UPIC como una máquina del tiempo (para Xenakis) y al compositor como un «mago» que, a través del ritual del dibujo y la composición, nos trae esbozos de Micenas.

5 – Jonchaies (1977)

Para alguien que no conoce la música de Xenakis, Jonchaies puede ser la obra ideal para empezar a escucharlo. Es una obra orquestal y, si todavía no viste esta palabra en este artículo, estocástica. Comúnmente uno pensaría que la obra más «fácil de digerir» debiera ser la primera en ser escuchada para adentrarse en la estética y lenguaje de un compositor como Xenakis, pero no. Jonchaies contiene muchos de los elementos vistos en las obras anteriores y podríamos decir que es su obra más compleja, su «sinfonía pastoral».

Con una orquesta de un centenar de músicos, podemos apreciar una masividad sonora, como si de un solo movimiento se tratase. Se vuelve a la idea de la naturaleza golpeando a la naturaleza, una sinfonía de miniaturas caóticas que son movidas aleatoriamente y forman uno. Una oscilación constante de timbres y texturas, una escultura sonora que se vuelve agresiva, física y exagerada (un recuerdo de la guerra). Toda una obra dramática que nos recordará que no solo somos espectadores de nuestro entorno, somos parte.

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Ignacio Quiroz
Doctorando de la Universidad Nacional del Litoral
E-mail: ignacioquiroz.vl@gmail.com

Publicado por Ensamble Kaparilo

El Ensamble Kaparilo es una agrupación de música contemporánea que trabaja en la difusión de obras actuales por medio de conciertos, talleres y entrevistas. Visita nuestro canal de youtube: www.youtube.com/charlascontemporaneas

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